La comunión de almas no es algo utópico, por el contrario cuando se está consciente de nuestra naturaleza divina se logra comprender que todo fluye rítmicamente y que al dejarnos llevar por la vida, establecemos principalmente una comunión con el universo mismo.
Cuando observé la escultura de la que hoy coloco su imagen reconozco que me conmoví al ver como me habla Dios con tan maravillosas sincronías, una hermosa pareja unida en un abrazo de amor con un hijo entrelazados desde los pies hasta los brazos en un muy bien trabajado infinito, donde cada uno es una mente separado pero es una misma esencia. Efectivamente así es nuestra existencia, tanto en la familia como en nuestras relaciones en general.
Cuando seamos conscientes del bien comunitario, de que estamos hermanados como familia de luz y de amor, comprenderemos que nuestro único destino es amarnos unos a otros y fluir en armonía en los lazos de la eterna divinidad. Formando en nosotros mismos con el otro y Dios la famosa trinidad sagrada esa que une a nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
El saber que estamos unidos unos a otros, nos otorga la hermosa sensación de compañía, extinguiéndose de esta manera toda sensación de soledad porque nos sentimos unidos con lazos de la eternidad. El que hasta ahora se perciba la separación ha sido necesario para nuestra propia evolución porque nos hace ir en búsqueda de la unificación y en un principio se hace como niños con apegos y sufrimientos, mas en la medida que nos desarrollamos en despertar la consciencia de Dios en nosotros, se activa nuestra luz interior permitiendo la fusión con el otro que genera profunda paz.
Gracias a la hermosa “brujita” que me regaló esta preciosa escultura en el total desapego y que permitió que en su hogar de luz comulgáramos vinculándonos en y con el amor de nuestros corazones entrelazados. Y mi más sincero agradecimiento al fotógrafo que tan magistralmente supo captar la esencia de la escultura.
Con amor…Luz
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