28 de mayo de 2011

La fama


“Gloria no es sinónimo de fama” (Jaime Balmes)

Algo que me ha llamado la atención reflexionando sobre los contenidos televisivos es “la fama”, el observar todo lo que hacen los artistas o las personas en general por lograr la fama y luego cuando la obtienen pareciera que no la quisieran, porque “pierden la vida privada”. Es otra paradoja de nosotros, que hace pensar en nuestra constante carrera hacia el éxito, el logro, el transcender.

La fama es “la voz pública”, en la famosa obra de la Eneida de Virgilio existe todo un capitulo dirigido a la explicación de su significado  y sus repercusiones, todas son muy interesantes y merecen un estudio a profundidad pero  me gusta mucho aquella que dice que “…Está dotada de numerosos ojos y bocas, y viaja volando con grandísima rapidez”. Efectivamente corre con mucha velocidad, posee de por sí una poderosa energía que moviliza, como describen en la obra puede ser un monstruo que devora y curiosamente se persigue tanto porque eleva al hombre común y corriente a un “Dios sobrenatural”, normalmente se observa en un sitial de honor a algún famoso y lo vemos como una estrella inalcanzable. Es increíble como en nuestra psiquis existe la memoria de lo que realmente somos, es por ello que muchos de nosotros buscamos apresuradamente “la fama” y en oportunidades sin importarnos el precio que paguemos por ella.

En la obra describen la naturaleza de la fama y describen tres rasgos significativos de ella, por una parte es una fuerza dinámica, de origen divino y con aspecto monstruoso. Y obviamente tiene efectivamente una fuerza dinámica porque nos lleva rápidamente de un lugar a otro, nos puede llevar a volar por el cielo de nuestro reconocimiento o al submundo de la sombra de nuestra psiquis. Obviamente nos diviniza en apariencia, nos hace superdotados, seres maravillosos, hermosos. Por otro lado puede sacar nuestro peor aspecto porque se obtiene poder a un nivel y con él aquello que denota aspectos de una personalidad no integrada del todo.

La verdad es que nuestra mente infantil termina creyendo que al obtener el reconocimiento público lograremos tomar consciencia de nuestra esencia, nos sentiremos “especiales”. Más en nuestra intimidad sabemos que no hay cimientos que sustenten ese espacialismo por mucho tiempo y es por ello que viene una especie de angustia por intentar buscar por otros medios el mantenerse allí porque si “caen” ya todos se darán cuenta que “yo no soy tan especial como creen”. Es por ello que se observan a tantos “famosos” con crisis depresivas.

Hay un monólogo que realizó Mónica Montañés que se titula “El aplauso va por dentro”, la he visto unas 15 veces aproximadamente por la fuerza de su contenido. Efectivamente el nombre ya lo dice todo, si lo que buscamos es reconocimiento tiene que darse internamente, hay que considerarse merecedor. Aplaudir nuestros logros, nuestros sueños, ser ese héroe interior, aunque en oportunidades nos cueste creernos el papel. Mi mayor hallazgo es el cobrar consciencia de mi verdadera esencia, que no soy sólo este cuerpo o esta personalidad que yo misma me he creado. El saber que dentro de mí se encuentra  la esencia divina latente, me otorga tranquilidad y una paz indescriptible.

Deseo conseguir tesoros celestiales y sólo lo puedo lograr si busco  el reconocimiento de cada célula de mi cuerpo, su aplauso, su celebración, para de esta manera sólo con su aprobación pueda celebrar la vida y alcanzar las estrellas, fundiéndome con ellas. Tomemos de la fama su aspecto divino que no es más que el restablecer el orden de los cimientos de nuestra verdadera naturaleza, aprovechemos esa parte de nosotros para perseguir pero no en el exterior sino en el interior aquello que nos llevará a la cima. Coloquemos una estrella con nuestro nombre que reside en nuestro corazón, también en nuestra mente… para que viaje rápidamente y comunique la esencia de toda la humanidad desde nuestra “voz interior” que se manifiesta con nuestros actos y alcanzarás la gloria que sólo te otorga paz y felicidad.

Con amor…Luz


24 de mayo de 2011

El verdadero cambio

“Resulta extraño que pongamos tanto empeño en las cosas exteriores y no nos preocupemos de las interiores. Hago un notable esfuerzo por mantenerme físicamente sano. ¿Pongo el mismo empeño en conocer mi alma?” (Mahatma Gandhi)

Me llama poderosamente la atención los deseos de cambios que se están produciendo en la sociedad y las movilizaciones que se realizan en función a ello, es muy paradójico porque obviamente el ser humano de hoy día está un poco más consciente de las consecuencias que tiene el estar implicado en todo lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo aún me sigo preguntando ¿cuántos de aquellos que van a marchas multitudinarias realmente participan en su comunidad activamente? ¿Cuántos de los que quieren un cambio accionan transformando su entorno con pequeños actos diarios? ¿Cuántos de ellos son incorruptibles?

Las verdaderas acciones de calles se realizan desde nuestro hogar, haciendo de nuestra familia un ejemplo de ciudadanía, de respeto, de tolerancia y de honestidad. De lo contrario no seremos más que unos farsantes que seguimos esperando que el cambio venga de afuera, “que cambie el sistema para que la sociedad cambie”. Desde mi punto de vista tiene que cambiar el individuo para que la sociedad y el sistema se vean movidos. Lo que sucede actualmente no es más que el medidor de lo que pasa en la psiquis individual, tristemente colocamos los pilares de nuestra vida en valores perecederos  entre ellos el dinero, la belleza, el poder. Y en nuestra incoherencia es más fácil colocar la responsabilidad en nuestros líderes, cuando somos nosotros mismos por unas simples promesas los que le otorgamos el poder.

Es increíble como la inacción nos domina y vamos a marchas de calle exigiendo “al sistema” que permita mayor participación, más somos indiferentes ante la necesidades de los más cercanos, hablamos de corrupción en altos niveles pero somos incapaces de dar todo lo mejor en nuestros trabajos donde nos pagan por ello, somos desleales con nuestras parejas con la infidelidad. Jugamos a una doble moral, que no es más que la simple evasión de nuestras propias pautas, culpando a un “sistema” de que la sociedad sea la consecuencia de su “mal proceder” y esto no es más que vivir un sueño infantil de que un sistema se mantiene por sí mismo, el mismo día que se asuma que nuestro poder interno se expresa en el exterior de la manera que sea, ese día ocurrirá el milagro de que se encienda nuestra chispa interna que permitirá que se empiece a transformar este mundo en el que vivimos.

En realidad no son los políticos, los lideres económicos, ni los otros los responsables… soy yo mismo, si mantengo mi atención en lo que hago cada día, si reflexionamos concienzudamente y participamos más pero no en actos de calle, sino en el anonimato de las amistades, de nuestro trabajo, familia, en todos los círculos donde habitualmente nos relacionamos. Si luego de que una persona esté en nuestra presencia logra sentir un poco más de paz, un poco más de consciencia, un poco más de interiorización… entonces y sólo entonces estaremos sembrando la semilla “del cambio”, el renacer de una sociedad que denote la consciencia colectiva de amor, de libertad y de igualdad que nos merecemos. Pero para ello es necesario accionar en función del compromiso y responsabilidad individual.

La verdadera revolución debe ocurrir en nuestro corazón, entendiendo que no estamos aislados de un sistema, que nosotros mismos somos ese sistema y que una sola persona puede hacer la diferencia. Y si lo dudamos observemos la lucha interna que realizaron grandes personalidades de la historia y fueron tan importantes que aun después de muertos sus acciones nos siguen dando pautas de cambio. Permite que la voz de tus acciones en tu diario vivir grite alto tus deseos de cambio, participa activamente en tu comunidad con lo que sepas hacer, da amor a otros, procura unir en lugar de desunir, mostrando integridad en tu trabajo y caminando la segunda milla si es necesario, consume menos y produce más, nutre la tierra con tu amor y tu luz individual para que esta resplandezca como el gran sol que es… el Universo está en nuestras manos y  tanto tú como yo somos responsable de él.

Con amor…Luz

19 de mayo de 2011

Silencio mental


“El sentimiento más profundo se revela siempre en el silencio” (Marianne Moore)

Es difícil mantener nuestro cerebro inactivo, dejando de pensar, dando espacio a la vacuidad del alma, dejando que entre la luz de la claridad mental. Para la toma de decisiones erróneamente se piensa que debemos adentrarnos en nuestros pensamientos y encendemos la máquina que nos lleva a estar descentrados y tan ocupados en el ruido mental que no damos espacio al silencio interno que es necesario para tomar decisiones que sean coherentes con nuestros sueños.

Para vivir sin miedo se requiere implicación y para hacerlo es necesario acallar nuestra mente y dejar que entre “la nada”. Los pensamientos son nuestra principal fuente de separación, porque vienen velozmente a sabotear cualquier intento de paz. Siempre me hace gracia el ver como en nuestras relaciones diarias se procura llenar espacios de silencio por temor a que algo “esté pasando”, enseguida saltan todas las señales de alarma con múltiples preguntas y con un torbellino de pensamientos de inquietud y malestar. Sólo en el sosiego del silencio nos adentramos en la verdad del alma, en ese poder interior que todos poseemos y al que sólo los valientes se atreven a ir.

Nuestro cerebro está constantemente ocupado con el mismo entonces ¿cómo se pueden tomar las decisiones desde él? ¿por qué simplemente no nos atrevemos a dejar de argumentar, de cuestionar? Nuestro pensamiento está fragmentado por nuestros temores y son poderosas puertas que nos abren un camino de oportunidades algunas favorables y otras menos favorables.  De alguna manera el pensamiento se ha convertido en el protagonista de nuestra vida y es lo que produce la mayoría de los males en este planeta, porque nos mantenemos tan ausente de nuestra esencia sin aprender a escuchar lo único real y verdadero.

Para tomar decisiones, para mejorar nuestras relaciones, para transformar nuestra percepción es importante escuchar pero no a los pensamientos, es más bien a nuestra consciencia, a nuestra inteligencia superior, a la vibración de la luz que reside en nuestro interior. Alcanzar la quietud del alma no es del todo sencillo porque allí estamos, lo que sucede es que nuestra mente nos entretiene con los pensamientos y no logramos percibirlo. Bajando el volumen de todos los interruptores ruidosos dentro de nosotros, lograremos ver florecer a Dios en nuestro corazón y esto se puede dar en un acto amoroso por nosotros mismos…acallando el ruido mental  que me hace perder conciencia de nuestra divinidad.

Y no quiere decir que dejo la lógica de lado, por el contrario la lógica de la verdad se hace mucho más fuerte en una mente con unos caballos (pensamientos) libres que corren al ritmo de de la vibración universal de sabiduría y conexión amorosa.

Con amor…Luz


14 de mayo de 2011

Sin miedo


Existe un momento en una relación de pareja donde el miedo se hace presente, porque se hacen presentes las memorias de nuestras historias pasadas o las historias de desamor vividas por otros. Este miedo tiende a paralizarnos o en ocasiones crea una barrera emocional entre nosotros y la pareja. Interiormente nos decimos “doy pero con cautela” y esto no es más que el principio del final, porque para amar es preciso entregarlo todo, darse sin medida y sin temor confiando en la vida en el amor, en el otro y en Dios.

Parece mentira que la mayoría de nosotros desconocemos por completo el verdadero significado del amor, ese que da todo sin pedir nada cambio más que el simple placer de amar. Para ello es necesario liberarnos del miedo, sin pensar en las heridas que nos hicimos en el pasado, es lanzarse al vacío y dar todo lo mejor que se pueda cada día, sin importar si es retribuido o no. A muchos puede que eso le escandalice pero el darse no implica sacrificio, no  es más que mostrar nuestra verdadera naturaleza de bondad y caridad por el otro y esto surge de un deseo genuino de ser feliz y compartir nuestra propia felicidad con el otro, sólo a partir de allí ocurre el milagro del amor, porque elegimos que así sea y accionamos en función de ello.

Del amor he experimentado que solo en la practica se puede sentir de lo contrario jamás lo experimentaremos, gran parte de mi vida viví sin entregarme por miedo a sufrir, a ser herida o porque tenía la falsa creencia de “que cuanto más daba esto no se valoraba, porque proporcionaba demasiada seguridad en el otro”. Esos pensamientos no son más que ilusiones de lo hemos creído del amor, si bien es cierto la reciprocidad es un acto de comunión hermoso, también es cierto que si me mantengo en una relación lo mejor que puedo hacer por mi misma, es darme en todo lo que soy, que no quede nada, porque así al final de mi vida podré decir “he amado” por supuesto que es hermoso también decir que también “me amaron”, mas la misma vida en su perfecta armonía devolverá el regalo que doy, en experiencia y sabiduría.

Ir sin temor con la valentía que inspira la misma fuerza del amor, en lo único que hay que ser precavidos es en tratar al otro con dulzura, sigilosamente caminar con los pasos del tacto por su corazón. Implicándose en cuerpo y alma porque cuando no lo hacemos a quien le hacemos más daño es a nosotros mismos porque con el tiempo nuestro corazón se va volviendo gélido que impide que el fuego del amor sea capaz de correr por nuestro cuerpo y con ello nos desconectamos por completo de lo maravilloso de la vida.

A través de las experiencias he logrado descubrir que a partir de ahora quiero amar intensamente hasta el último día de mi vida, con una sonrisa porque tengo plena confianza en mí y en Dios que enciende mi corazón con su llama incandescente de luz y amor por mi.

Con amor…Luz

7 de mayo de 2011

Grupos de luz


Aquello que llaman espíritu de grupo... es una energía muy poderosa, el que hoy día se estén creando grupos con fines espirituales me parece uno de los acontecimientos más hermosos que puede existir. Es importante tomar en cuenta que en cualquier grupo donde se comparta con amor, comprendiendo las diferencias de cada y respetando los puntos de vistas, se convierte instantáneamente en un “cielo” porque el tomar consciencia que somos parte de algo más que nuestra pequeña individualidad es uno de los primeros pasos para sentirnos parte de la divinidad.