“Si uno percibe el mundo como una burbuja de
espuma y como un espejismo, a ese no le ve el Dios de la muerte” Buda
Existen
situaciones en la vida que marcan poderosamente nuestra mente, nuestro cuerpo.
Son raíces que se quedan en nuestra
mente y que son las causantes de muchas
de nuestras tristezas y desatinos. El profundizar en dichas raíces no garantiza
la felicidad absoluta, más nos regalan la oportunidad de desarrollar nuestra
sabiduría interna al reconocer los factores que nos limitan.
El
ir descubriendo cuán profundos y estables son nuestros arraigos, reconociendo
que lo único verdadero es la impermanencia, otorga calma mental sobre todo en
esos momentos en los que se cae en la trampa de creer que nos perdemos en
nuestro laberinto de emociones. Ellas se manifiestan para reconocer nuestra
vulnerabilidad y humildad, son lo motores que impiden el mantenerse en estado
vegetativo, otorgando la maravillosa energía de vida.
En
la cotidianeidad se presentan los portales para transcender nuestras
debilidades con las llaves de nuestra consciencia y puede que se llore en un
instante, más eso no marca nuestra verdadera naturaleza esencial. Se pueden
vivir las emociones intensamente pero al mismo tiempo se puede tener
consciencia de nuestro “estado esencial” que es de absoluta calma y felicidad.
Cuando
tienes consciencia de que tu estado esencial es la paz y la armonía pase lo que
pase, no te sientes herido ni consideras las cosas demasiado graves. No importa
el problema que se presente, el contemplar que nada permanece estático nos a ayuda a ir a ese espacio de serenidad. El
problema en sí puede que no cambie, pero entender la impermanencia va a
suavizar nuestra reacción hacia cualquier situación.
El
ser bondadosos con nosotros mismos es uno de nuestros mayores retos, sobre todo
cuando observamos la serie de telarañas interiores en las cuales enredamos a
nuestra mente, con pensamientos de miedo y de angustia. Es muy cierto que la
duda siempre se hace presente; sin embargo es en esos momentos de oscuridad en
la que emerge la luz de la fe, con la certeza de que a pesar de la
incertidumbre todo obedece a causas mayores.
La
vida es un proceso constante de madurez y de reconocimiento interno, es
imposible tener certeza de todo. El vivir en la tierra con una raíces que nos
permitan vivir esta existencia y con las alas desplegadas en nuestro corazón y
mente para tener la visión de la eternidad, con sus ciclos y misterios.
El
abrirse al verdadero disfrute de la vida, que no es más de ir avanzando en
valentía. Asumiendo nuestro poder personal y contemplando con entusiasmo
nuestro presente como un regalo que tan amorosamente preparamos a otros niveles
de consciencia, nos aporta la seguridad de la transcendencia existencial.
Con
amor…Luz
2 comentarios:
Muy interesante perspectiva ¿Como lograrlo? Sería mejor con ejemplos vivos y reales.
Gracia por el comentario, se logra con la reflexión, la interiorización, el desear y accionar en consciencia.
Con amor...Luz
Publicar un comentario