La pureza como el fundamento de la virtud.

Así como la palabra virtud, pureza es una palabra que fue asociada a movimientos religiosos que promulgaban la abstinencia total de placer. En muchas oportunidades, es tomada como chiste, incluso con desprecio, y, aun así, ella es, la base para la mayor conquista humana… para mi la pureza  es el fundamento de la virtud.

A continuación les coloco un ejemplo que les da un bosquejo de cómo la pureza es el fundamento de la virtud… imagina una sala realmente bonita, muy bien decorada, aunque con sencillez, inundada por la luz natural del sol, con paredes pintadas con hermosos colores suaves, adornos dispuestos con precisión y naturalidad. Alguien entra en la sala y se sienta, toma algún objeto, lo coloca en algún lugar diferente, se levanta y deja cojines torcidos y arrugados. Una segunda persona entra, y coloca una música, comienza a conversar. Entonces, entran una tercera, una cuarta y una quinta persona…el volumen de la música aumenta y de pronto hay una fiesta porque entraron más personas…entonces, de pronto algún objeto resulta roto…algo muy valioso. Al escuchar el ruido, la anfitriona, ansiosa y preocupada, pero con un sentimiento de dignidad, entra… pero ya es demasiado tarde…su falta de atención causó una gran pérdida.

La pureza es como esa historia, ya que todos los seres humanos tienen un espacio interno lleno de virtud, posesiones y tesoros…para algunos ese espacio puede ser pequeño, para otros un espacio descuidado en algún lugar de sus almas... cuando un alma inicia su vida, ese espacio se encuentra intacto, pleno de luz…pero cuando la primera persona entra, cuando permitimos que ese santuario sea invadido, algo se pierde…puede ser sólo una parte de su integridad, pero algo se fue…ellos extendieron su mano, como símbolo de amistad, pero con él vino la fuerza de la influencia externa y la invasión a la autoestima.

Una persona entró, y, entonces, una segunda, una tercera, una cuarta y así una fiesta…cada visitante trae consigo una idea, y el ruido de la discordia se inicia. La humanidad está en estos momentos inquieta con turbulentas fiestas…eso esta sucediendo con todos nosotros, y por el ruido tan alto, ni siquiera percibimos el momento en que el aspecto más personal y valioso de nuestro ser es masacrado…y lo peor, cuando nuestros talentos, sean cuales sean, son destruidos.

En ese momento, necesitamos detenernos y meditar...orar…y ponerle fin a la fiesta.

Toda anfitriona sabes que requiere una fuerza suprema para detener y limpiar todo luego de una fiesta…es más fácil irse a dormir y dejarlo para más tarde. ¿Qué es necesario? Internamente, una invitación a una fuerza suprema que venga y restaure el orden y esa fuerza es Dios.

Encuentra un alma verdaderamente pura, y ella podrá pasar por ti sin dejar marca alguna, sólo una sensación de claridad y optimismo… y cuando ella parte sientes que estás nuevamente solo para apreciar la cualidad especial que ella, tan sutilmente, realzó dentro de ti.

Cuando Dios entra en nuestra vida, es como un rayo láser que pasa a través de nuestro ser…el desorden se torna visible…sin embargo, a medida que la luz entra, su tendencia principal es restaurar la belleza y el valor…la meditación es una invitación a la luz…Dios en cuanto a la pureza no dice quédate solo, escóndete del mundo, compórtate como una dueña neurótica que tiembla cuando alguien le toca algo de la sala… Dios aprecia la fiesta, pero enseña respeto, ese que disfruta la compañía, la conversación, la risa, pero no permite que descuidemos nuestros tesoros y que estos sean rotos por nuestro descuido.

Con amor…Luz.