Un texto extraído de: "Histórias que ninguém contou, conselhos que ninguém deu"...
Versión en español por Eduardo e Irany Lecea
En tiempos de las hadas y las brujas, un muchacho encontró en su camino una piedra que emitía un brillo diferente de todas las que él había conocido.
Impresionado, decidió llevársela a su casa.
Era una piedra del tamaño de un limón y pertenecía a un hada, que la perdió por aquellos caminos, en su paseo matinal.
Era la Piedra de la Felicidad. Poseía el poder de transformar los deseos en realidad.
El hada, al darse cuenta de que había perdido la piedra, consultó su bola de cristal y se dio cuenta lo que había sucedido.
Evaluó el poder mágico de la piedra y, como la persona que la había encontrado era un joven de familia pobre y trabajadora, concluyó que la piedra podría quedarse en poder de él. Decidió ayudarlo despreocupándose por recuperar la piedra.
Se le apareció al muchacho en un sueño y le dijo que la piedra tenía poderes para conceder tres deseos: un bien material, una alegría y una caridad.
Pero que esos beneficios solamente podrían ser utilizados en favor de otras personas.Para obtener el deseo, debía pensar en el pedido y apretar la piedra entre las manos.
El muchacho despertó sobresaltado. No le gustó saber que los poderes de la piedra solamente podrían ser usados en provecho de los demás. Quería que fueran para él.Intentó pedir alguna cosa para si mismo, apretando la piedra entre las manos, sin éxito. Entonces, decidió guardarla, sin interés por hacer uso de ella.
Los años pasaron y el muchacho se volvió un anciano. Cierto día, recordando su pasado, concluyó que había llevado una vida infeliz, con muchas dificultades, privaciones y sinsabores.
Tuvo pocos amigos y reconoció haber sido muy egoísta. Jamás quiso el bien para los demás. Al contrario, deseaba que todos sufrieran lo mismo que él.
Volvió a ver la piedra que guardó consigo durante casi toda su existencia; se acordó del sueño y de los probables poderes de la piedra. Decidió usarla, aún siendo en provecho de los demás.
Así, concedió el deseo de una joven, poniendo a su disposición un bien material.Proporcionó una gran alegría a una madre revelándole el paradero de su hija que había desaparecido hacía muchos años y, finalmente, enfrente de un enfermo, se condolió de sus heridas, ofreciéndole la cura.
Al realizar el tercer beneficio, sucedió lo inesperado: la piedra se transformó en una nube de humo y, en medio de la nube, el hada -que había visto en el sueño que había tenido hacía ya muchos años, después de encontrar la piedra - apareció y le dijo:
-Usaste la Piedra de la Felicidad. Lo que me pidas, para ti, yo te lo concederé.Primero, debías hacer el bien a los demás, para merecer que se te concediera tu deseo. ¿Por qué tardaste tanto tiempo en usarla?
El hombre se puso muy triste al entender lo que había sucedido. Tuvo en sus manos, desde su juventud, la oportunidad de construir una vida llena de felicidad, pero, encerrado en su desamor, jamás pensó que haciendo el bien a los demás cosecharía el bien para si mismo.
Lamentando su pasado de dolor y su error al despreciar a los demás, hizo un pedido conmovido y arrepentido:
- Dame, tan solo, la felicidad de olvidar mi pasado egoísta.
En tiempos de las hadas y las brujas, un muchacho encontró en su camino una piedra que emitía un brillo diferente de todas las que él había conocido.
Impresionado, decidió llevársela a su casa.
Era una piedra del tamaño de un limón y pertenecía a un hada, que la perdió por aquellos caminos, en su paseo matinal.
Era la Piedra de la Felicidad. Poseía el poder de transformar los deseos en realidad.
El hada, al darse cuenta de que había perdido la piedra, consultó su bola de cristal y se dio cuenta lo que había sucedido.
Evaluó el poder mágico de la piedra y, como la persona que la había encontrado era un joven de familia pobre y trabajadora, concluyó que la piedra podría quedarse en poder de él. Decidió ayudarlo despreocupándose por recuperar la piedra.
Se le apareció al muchacho en un sueño y le dijo que la piedra tenía poderes para conceder tres deseos: un bien material, una alegría y una caridad.
Pero que esos beneficios solamente podrían ser utilizados en favor de otras personas.Para obtener el deseo, debía pensar en el pedido y apretar la piedra entre las manos.
El muchacho despertó sobresaltado. No le gustó saber que los poderes de la piedra solamente podrían ser usados en provecho de los demás. Quería que fueran para él.Intentó pedir alguna cosa para si mismo, apretando la piedra entre las manos, sin éxito. Entonces, decidió guardarla, sin interés por hacer uso de ella.
Los años pasaron y el muchacho se volvió un anciano. Cierto día, recordando su pasado, concluyó que había llevado una vida infeliz, con muchas dificultades, privaciones y sinsabores.
Tuvo pocos amigos y reconoció haber sido muy egoísta. Jamás quiso el bien para los demás. Al contrario, deseaba que todos sufrieran lo mismo que él.
Volvió a ver la piedra que guardó consigo durante casi toda su existencia; se acordó del sueño y de los probables poderes de la piedra. Decidió usarla, aún siendo en provecho de los demás.
Así, concedió el deseo de una joven, poniendo a su disposición un bien material.Proporcionó una gran alegría a una madre revelándole el paradero de su hija que había desaparecido hacía muchos años y, finalmente, enfrente de un enfermo, se condolió de sus heridas, ofreciéndole la cura.
Al realizar el tercer beneficio, sucedió lo inesperado: la piedra se transformó en una nube de humo y, en medio de la nube, el hada -que había visto en el sueño que había tenido hacía ya muchos años, después de encontrar la piedra - apareció y le dijo:
-Usaste la Piedra de la Felicidad. Lo que me pidas, para ti, yo te lo concederé.Primero, debías hacer el bien a los demás, para merecer que se te concediera tu deseo. ¿Por qué tardaste tanto tiempo en usarla?
El hombre se puso muy triste al entender lo que había sucedido. Tuvo en sus manos, desde su juventud, la oportunidad de construir una vida llena de felicidad, pero, encerrado en su desamor, jamás pensó que haciendo el bien a los demás cosecharía el bien para si mismo.
Lamentando su pasado de dolor y su error al despreciar a los demás, hizo un pedido conmovido y arrepentido:
- Dame, tan solo, la felicidad de olvidar mi pasado egoísta.
Con amor...Luz
1 comentario:
Y queda ya poco tiempo para mostrar el amor incondicional por medio del servicio, así que no desmayes!!
Que las flores renzacan en tu cruz. Mercedes
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